La historia de la música sacra es también la historia de nuestra relación con lo invisible. Y pocas obras capturan esa búsqueda espiritual como el Veni Creator Spiritus, un himno del siglo IX que ha atravesado el tiempo con la misma letra, pero con múltiples voces.
El canto pensado precisamente para momentos como éste porque no es sólo una oración litúrgica de Pentecostés, sino un auténtico arquetipo espiritual: una petición dirigida al Espíritu Santo para que infunda sabiduría, que es lo que necesitan estos días los cardenales encerrados en el Cónclave.
Escrito en latín y atribuido a Rábano Mauro, el himno es una súplica dirigida al Espíritu Santo para que conceda sabiduría y guía.
En contextos como el Cónclave vaticano, se convierte en símbolo de inspiración y decisión. Pero en el arte, ha sido el punto de partida de compositores de distintas épocas que han sabido cuidar el fuego, no adorar las cenizas, como recordaba Gustav Mahler.
Palestrina: claridad y equilibrio en la polifonía
Giovanni Pierluigi da Palestrina, en pleno Renacimiento, dio al himno una forma polifónica sin perder su sentido litúrgico.
En el siglo XVI, tras el Concilio de Trento y con una Iglesia que pedía sobriedad y comprensión textual, el compositor romano logró construir una arquitectura espiritual transparente.
En su versión, varias voces se persiguen en un contrapunto imitativo que nunca opaca el mensaje: el texto sigue siendo comprensible, el espíritu se eleva. Su Veni Creator se presenta como luz interior, con el canto gregoriano sirviendo de base como un cantus firmus puro y atemporal.
Mahler: el Espíritu como fuerza cósmica
Siglos después, Gustav Mahler, en la cúspide del romanticismo sinfónico, reinventó por completo el himno. En su imponente Octava Sinfonía, conocida como la “Sinfonía de los Mil”, el compositor austriaco fusiona el texto latino con el final del Fausto de Goethe, proyectando el espíritu como principio vital del universo.
Para Mahler, lo sagrado es totalidad sonora: dos coros mixtos, coro infantil, solistas, órgano, celesta, piano, armonio y una orquesta colosal.
El Veni Creator ya no pertenece sólo a las iglesias, sino al teatro, al mundo entero. Aquí, la espiritualidad es un Big Bang sonoro, una búsqueda del infinito a través del arte.