Viendo un foro televisado los otros días, me encontré con que el coordinador tenía entre los panelistas a una experta en asuntos migratorios.
Estaba a punto de cambiar de canal por lo aburrido del debate, cuando, de repente, la especialista aseveró que las causas de la migración se debían esencialmente al capitalismo, al individualismo que prima en la sociedad y al machismo.
Obviando un tanto la tesis de la experta, el moderador remató con esa estereotipada muletilla que la mayoría de los periodistas y activistas disparan a guisa de consigna: “Se trata de un problema estructural”.
Un par de cosas al respecto: primero, el capitalismo no expulsa migrantes; los atrae; de lo contrario, nadie se movería hacia lugares como los Estados Unidos o Europa.
Segundo, el individualismo es la base del pensamiento liberal que, a su vez, es el fundamento del capitalismo.
El éxito del sistema capitalista no hubiese sido posible sin la capacidad de los individuos
de poner a prueba su inventiva y su creatividad para emprender negocios.
En una sociedad que garantiza las condiciones necesarias para que los individuos desarrollen su potencial, se configura un ecosistema de bienes y servicios de toda especie, sin los cuales, la vida sería muy complicada.
Cuanto más amplia sea esta red, más bienes estarán disponibles, lo que a su vez eleva la productividad, genera más empleos, fomenta el consumo y dinamiza los mercados.
Esto significa un mayor crecimiento económico y una mejor captación de impuestos
que el Estado necesita para cumplir con sus deberes públicos.
A lo que la especialista se refería seguramente era al sistema mercantilista que impera en Honduras; a ese entorno de mercados protegidos y de crecimiento limitado, de inversiones apocadas que se traducen en un estancamiento económico y, desde luego, en un PIB típicamente tercermundista.
Eso se llama cualquier cosa, menos capitalismo. En cuanto al problema del machismo, pueda ser que la experta tenga la razón, pero los estudios y ensayos académicos serios colocan la migración y la violencia de género como una consecuencia de los llamados “problemas estructurales” a los que aludía el periodista en el foro.
Pero resulta que esos “problemas estructurales” forman parte de una complejísima realidad
que engloba una totalidad de elementos vinculados estrechamente entre sí, por ejemplo, la potencia del mercado, la eficacia del sistema judicial, la calidad del modelo educativo, el rol del Estado en la distribución de los ingresos, etcétera.
Como la realidad es muy compleja, no es de extrañar que se genere entre los estudiosos, confusión, incertidumbre y desorden conceptual.
Lo que debe procurarse en ese tipo de debates es determinar cómo la corrupción estatal, la desidia de la dirigencia educativa, el proteccionismo de los mercados, los monopolios y la inseguridad policial y social, inciden en fenómenos críticos como la pobreza, la migración y la violencia familiar.
La realidad es una especie de selva tropical que no puede determinarse sin conocer sus componentes y las relaciones que priman entre cada uno de ellos.
Los ecologistas saben de lo que hablo. Cuando una persona pretende revelar los secretos de la selva sin adentrarse en el corazón de esta, terminará, al igual que muchos académicos, líderes de movimientos sociales y empleados de ONG, elaborando suposiciones; poniendo el piloto automático para opinar sin fundamentos.