26 C
Honduras
sábado, julio 5, 2025

Nadie compra lo que vendo…

Usted se lanzó a emprender con todo. Dedicó semanas, tal vez meses, desarrollando un producto o servicio que, a su juicio, era bueno. Y probablemente lo era: bien hecho, útil, bonito, incluso con buen precio. Pero los días pasaron, las ventas no llegaron como esperaba, y hoy se encuentra con más dudas que pedidos. Tal vez incluso ya cerró, frustrado, preguntándose en silencio: ¿por qué no funcionó? Si ese es su caso, esta columna es para usted.

Emprender en Honduras no es fácil, lo sabemos. Pero hay errores que se repiten entre jóvenes emprendedores que están empezando, y muchos de ellos tienen poco que ver con la calidad del producto. Si usted no está vendiendo, lo primero que tiene que entender es que un buen producto no garantiza éxito. El mercado no es una competencia de méritos, sino de percepciones. Y esa diferencia, aunque injusta, es crucial para sobrevivir.

El primer paso es aceptar que no basta con que algo sea bueno para usted o su círculo cercano. Lo que importa es si el cliente lo quiere, lo necesita y lo entiende. Aquí es donde muchos fallan: lanzan una idea que está bien hecha, pero que no conecta con una necesidad real o que no se comunica correctamente. Así que si usted está en ese punto de frustración, hágase esta pregunta directa: ¿Estoy resolviendo un problema real o solo estoy vendiendo lo que a mí me gusta? Una buena técnica para comprobar esto es salir a hablar con personas que nunca lo han comprado. Pregunte qué usan, qué les gusta, qué les molesta. No trate de convencerlos de su producto, solo escuche. Esa información vale más que mil “me gusta” de sus amigos. El objetivo no es defender su idea, sino detectar lo que el cliente espera recibir a cambio de su dinero.

Luego, revise su propuesta de valor. ¿Está claro lo que usted ofrece? ¿En menos de 30 segundos un desconocido puede entender por qué su producto vale lo que cuesta? Si no, tiene un problema de comunicación, no de calidad. Practique explicarlo en voz alta. Ensáyelo frente al espejo. Hágalo simple. La claridad vende. Otra gran razón por la que no se vende es que se está tratando de vender en el lugar o canal equivocado. Si está confiando solo en Instagram, y su público no usa Instagram para comprar ese tipo de producto, está perdiendo tiempo. Si solo responde por WhatsApp y se tarda horas, el cliente se va con alguien más rápido. El canal de venta importa tanto como el producto. Evalúe dónde está su cliente, no donde a usted le queda cómodo estar.

Ahora, si ya lanzó y le fue mal, si cerró, si se quemó, si quedó con más dudas (o deudas) que ganas… no significa que no es emprendedor. Significa que ya está en la siguiente etapa: la del aprendizaje real. Porque muchos negocios fracasan no porque la idea sea mala, sino porque el emprendedor no estaba listo para adaptarse. Y adaptarse no es rendirse, es afinar.

Entonces, ¿qué sigue? Lo primero: hacer una autopsia sin excusas. Escriba en papel por qué cree que no funcionó. Pero no se quede con “la gente no apoya” o “no había dinero”. Sea más específico. ¿Cuál fue el costo real de su operación? ¿Cuál era el margen? ¿Quién era realmente su cliente? ¿Cómo lo medía? ¿Qué canal usó y cómo lo ejecutó? Solo cuando vea con frialdad los errores, podrá construir algo mejor. Después, puede reemprender. Pero no igual. Reemprenda con más enfoque. Tal vez su producto necesita ajustes. Tal vez necesita otro cliente objetivo. Tal vez necesita asociarse con alguien que sepa vender. Tal vez necesita empezar en más pequeño o buscar una versión más sencilla de su idea. Reemprender no es retroceder.

Es volver a intentar con más claridad. Y si aún no sabe qué hacer, invierta su tiempo en entender mejor su entorno. Participe en ferias locales, vaya a eventos gratuitos, observe cómo se venden otros productos. Escuche. Mire. Analice. El próximo negocio no saldrá de una idea genial, sino de una necesidad mal atendida. Una estrategia útil para jóvenes emprendedores que no tienen dinero para relanzar con fuerza es probar primero en chiquito, pero probar con método. Use encuestas por redes, testeos con grupos reducidos, muestras gratuitas a cambio de opinión honesta. Mida todo: qué funciona, qué gusta, qué no genera reacción. No se trata de improvisar, sino de validar antes de invertir de nuevo. Y sobre todo: no emprenda solo por tener un producto. Emprenda para resolver algo real. El cliente no compra productos; compra soluciones, experiencias, emociones, conveniencia. Cuando logre entender eso —y adaptar su propuesta a esa lógica—, sus ventas empezarán a moverse.

Así que si hoy está frustrado porque no vendió lo que esperaba, si siente que falló o que ya no quiere intentar, quiero decirle esto: su primer fracaso no es el final. Es el filtro natural del emprendimiento. Y si usted lo supera con autocrítica, humildad y estrategia, el próximo intento no será desde cero. Será desde la experiencia. Recuerde: el mercado no premia al que empieza más motivado, sino al que es capaz de corregir, adaptarse y volver a intentarlo mejor.

- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: