James Hamblin, médico especializado en salud pública y docente de la Universidad de Yale, ha desafiado uno de los hábitos más arraigados en la vida moderna: bañarse diariamente. Desde hace más de ocho años no utiliza jabón, champú ni desodorante.
Su rutina de limpieza se basa exclusivamente en agua. Lo que comenzó como un experimento personal, hoy genera controversia y reflexión en la comunidad científica y entre el público general.
Según Hamblin, los productos de higiene convencional alteran el microbioma cutáneo, un ecosistema de bacterias benéficas que protege la piel.
En sus primeras semanas sin productos de aseo, experimentó un olor corporal más fuerte, pero con el tiempo este desapareció.
«Nuestro cuerpo tiene un sistema de equilibrio que podemos estar dañando sin saberlo», asegura. Sus ideas están recogidas en su libro Clean: The New Science of Skin, donde invita a cuestionar los estándares modernos de limpieza.
Hamblin no busca imponer su estilo de vida, pero sí propone una revisión crítica del concepto de higiene. En su opinión, muchas personas se lavan por presión social y no por una necesidad médica real.
«Nos lavamos por costumbre, no porque lo necesitemos», sostiene. Añade que reducir el uso de cosméticos no implica renunciar a la limpieza, sino permitir que la piel se regule de forma natural.
El médico sostiene que al eliminar productos químicos se favorece la preservación del equilibrio microbiano, lo que podría fortalecer las defensas naturales de la piel.
Aunque su práctica ha generado escepticismo, también ha captado la atención de varios dermatólogos, quienes reconocen que su enfoque puede abrir nuevas líneas de investigación, aunque advierten que no es aplicable en todos los casos.
Expertos en dermatología coinciden en que hay personas que necesitan tratamientos específicos debido a afecciones cutáneas, y que una rutina mínima de aseo con productos suaves sigue siendo recomendable para la mayoría.
A pesar de ello, destacan que el enfoque de Hamblin invita a un debate necesario sobre el exceso de higiene en las sociedades industrializadas.
Lejos de rechazar el aseo, Hamblin propone rediseñar nuestra relación con la limpieza corporal.
Su historia plantea una pregunta incómoda pero necesaria: ¿y si parte de lo que creemos saber sobre higiene está equivocado?
El debate, sin duda, está abierto. ¿Tú dejarías de bañarte si supieras que no es tan necesario como parece?