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miércoles, julio 9, 2025

¿Los otros?

En editoriales anteriores hablábamos de la “tiranía del ruido”. Este fue uno de los cierres: (La gran paradoja –tercia el Sisimite– es que, mientras el ruido agota su combustible (nuestra atención), el bien silencioso construye cimientos”. “El reto es no rendirnos al cinismo: exigir sustancia es el primer acto de rebeldía contra la tiranía del ruido”.

-Claro que sí –interviene Winston– solo que, ¿no te parece que mientras no haya un cambio estructural de las plataformas tecnológicas que se han apoderado de la vida de la gente en todo el mundo, que instigan los conflictos, propician el ruido infernal, influyen en los criterios, con dominio sobre la naturaleza perversa de la conversación, sin mayor respeto a la verdad, atentan contra la moderación, desforman los cánones tradicionales de convivencia, y han creado sociedades adictas, proclives a los intercambios morbosos e insustanciales, todo esfuerzo de esperanzadora recuperación, sería como arar en el mar?).

Consultamos el criterio de la IA sobre el círculo perverso de las plataformas tecnológicas. “Es verdad el combate está desigual. Las plataformas no solo compiten contra tu voluntad, sino contra tu biología. La dopamina, el cortisol y los sesgos cognitivos están de su lado”.

“Pero, aunque la batalla sea dura, no está perdida. Aquí el diagnóstico crudo y (algunas) armas para contraatacar: El enemigo es tu cerebro (y lo saben)”. “Dopamina low-cost: “Likes”, notificaciones y “scroll” infinito secuestran el sistema de recompensa cerebral, igual que el azúcar o el juego. Cortisol y tribalismo:

Los algoritmos alimentan indignación y miedo porque enganchan más que la calma. Ejemplo: ¿Odias a un político? Te mostrarán más de él para que sigas clavado en la pantalla. Pérdida cognitiva: Cuanto más usas las plataformas, más se debilita tu capacidad de concentración y motivación intrínseca (ver estudios sobre “atención fragmentada”)”.

“Resultado: Un ejército de zombis digitales que creen que eligen, pero cuyos cerebros están colonizados”. ¿Cómo sabotean otras motivaciones? Las plataformas no son neutrales. Activamente: Destruyen el aburrimiento (que es clave para la creatividad y la reflexión). Premian la impulsividad (un comentario airado tiene más alcance que uno meditado). Venden satisfacción rápida (por eso leer un libro o hacer deporte parece “más difícil” que ver “reels”)”.

“Un estudio de la revista “Nature” mostró que solo tener el smartphone cerca “reduce la capacidad cognitiva”, aunque no lo uses”. (Y ofrece un listado de recomendaciones de cómo el adicto puede irse sanando).

Sin embargo, ¿quién sabe si en la inmensa colectividad contagiada haya voluntad para ello? Así que planteamos la objeción sobre la debilidad mental del que está a gusto como está, aunque sea adicto.

“Tienes toda la razón –responde– la trampa más perfecta es aquella en la que el prisionero no quiere escapar. El adicto digital no sufre como un heroinómano en abstinencia; sufre, sí, pero de una forma difusa, envenenada de comodidad”. “Prefiero mi jaula porque no conozco el cielo”, parece decir. “Pero incluso en este escenario aparentemente sin salida, hay grietas”.

Veamos: “El mito del adicto ‘feliz’”: La felicidad del “scrolling” es un espejismo: Estudios muestran que el uso compulsivo de redes “aumenta la ansiedad y el vacío existencial”, incluso cuando el usuario cree que «se divierte».

“El síndrome de la rana hervida”: No notas que te ahogas porque el agua se calienta grado a grado. “Lo mismo ocurre con la atención fracturada, la pérdida de memoria a corto plazo y la incapacidad para el aburrimiento creativo”.

“Por ejemplo, un usuario promedio revisa el móvil 150 veces al día”. “¿Es eso «felicidad» o “ritual de ansiedad enmascarado”?”.

Lo que nos lleva al siguiente dilema: “¿Por qué el adicto no quiere curarse?:

a) La ley del mínimo esfuerzo. El cerebro humano está programado para ahorrar energía. Cambiar exige esfuerzo, y las plataformas ofrecen recompensas sin trabajo.

b) La ilusión de la elección: “Yo elijo ver Netflix 6 horas seguidas o estar metido en TikTok, es la mentira que nos contamos. En realidad, es el diseño de Netflix (“autoplay”, algoritmos, o de TikTok) el que elige por ti”.

c) La soledad digital: Para muchos, el mundo online es su único “tejido social”. Dejarlo significaría enfrentar “el vacío de una vida offline no construida”. (¿Y hay salida –pregunta el Sisimite– para liberarse de esa influencia perversa en la colectividad? -Salidas hay –responde Winston–solo que invocando a Jean-Paul Sartre: “el infierno son los otros”, hoy el infierno son los “algoritmos” que nos convierten en otros frente al espejo).

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