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lunes, mayo 12, 2025

“La eternidad la abrazó en su día”: El dolor se convierte en tributo

En ocasiones, la vida nos sorprende con eventos que, aunque dolorosos, parecen estar marcados por una profunda sincronía con lo sagrado. Perder a una madre cercano o en el Día de las Madres puede ser vista, no como tragedia o mala suerte; sino que también puede tener un enfoque, una mirada resiliente y espiritual, puede resignificarse como el cierre perfecto de una misión cumplida con amor, entrega y propósito. Partir en el día del amor más puro, simboliza que se fueron amando, tal como vivieron, no podían dar una señal más significativa de que el amor trasciende lo terrenal.

Desde la psicología de la resiliencia, se nos invita a no negar el dolor, sino a integrarlo dentro de una narrativa que nos permita sanar y seguir adelante con un corazón fortalecido. En este caso, la partida de una madre en una fecha tan simbólica no debe ser vista como una marca dolorosa, sino como una oportunidad para contemplar el poder de su legado, porque no solo fue madre de sangre, sino madre de espíritu, guía, protectora, consejera, sembradora de valores.

Su vida fue una representación viva del amor de Dios en la tierra, un amor generoso e incondicional. Que haya cerrado su ciclo vital en el mismo día en que celebramos la maternidad, no es una tragedia, sino una señal profunda de que su labor fue tan luminosa, que su despedida debía estar a la altura de su entrega.

Este Día de las Madres, aunque teñido de lágrimas, también se levanta en sus seres amados un altar emocional de gratitud, un día conmemorativo, un día de honra, de privilegio, de bienestar. Será el día en que se recordará no solo su ausencia, sino su presencia eterna, en sus enseñanzas, en sus gestos de amor, en el eco de sus palabras y sus caricias.

Transformar el dolor en gratitud no significa dejar de llorar, sino aprender a llorar con sentido. Porque lo que ellas dieron fue tan inmenso, que la partida no es un fin, sino una siembra viva que tiene una cosecha hermosa en su linaje. Hoy, elegimos no quedar atados al dolor, sino caminar con la memoria viva de las que fueron un faro, fueron raíz y para todos, el mejor refugio. Las mujeres que vivieron un roll pleno en la maternidad, y el Día de las Madres, Dios las llamó con honor, cerraron con broche de oro sus vidas, demostrándonos así que ellas ahora nos aman con amor eterno.

Sus vidas y esta despedida, se convierten en una conmemoración solemne, en un acto de amor que se transforma, eligiendo transformar el dolor en un tributo. Sean fuertes en este tiempo, recordando lo mejor de ellas. En honor a Carmen Lanza Núñez.

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