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Honduras
lunes, julio 7, 2025

La canícula

De generación en generación, el término Canícula se viene escuchando abundantemente. Y es que así se le conoce al período de sequía que ocurre dentro de la temporada lluviosa, principalmente entre mediados de julio y agosto. Año tras año, este fenómeno se hace presente en nuestros campos, modificando ritmos agrícolas, prácticas cotidianas e incluso tradiciones populares.

En Honduras, la Canícula se manifiesta como un lapso de dos a tres semanas de calor intenso, cielos despejados y pocas o nulas lluvias, justo cuando los agricultores esperaban la continuidad de la temporada húmeda para el desarrollo de sus cultivos.

Este año, según el Centro Nacional de Estudios Atmosféricos, Oceanográficos y Sísmicos (CENAOS), el esperado fenómeno podría darse entre el 15 de julio y el 15 de agosto.

En algunas zonas rurales, la llegada de la Canícula está precedida por sabiduría popular. Antes, los campesinos podían predecir la intensidad de la Canícula observando el comportamiento de las aves, la floración de ciertas plantas o el aumento de insectos. Hoy, con el aumento de las temperaturas y la variabilidad climática, estas señales ya no son tan confiables.

Por ejemplo, algunas aves migran en momentos distintos o ciertas plantas florecen fuera de temporada. Estudios recientes indican que el cambio climático ha intensificado la Canícula, haciéndola más larga y calurosa en algunas regiones. Esto ha provocado que prácticas tradicionales como sembrar justo antes de la Canícula o realizar ciertos rituales en fechas fijas, ya no garanticen buenos resultados agrícolas.

Algunos ancianos aseguran que la Canícula puede “romperse” si llueve un día específico de julio, o que la intensidad del calor durante este período es un anuncio de cómo será la cosecha. Aunque hoy en día contamos con pronósticos científicos, esta sabiduría aún persiste en las comunidades, donde la observación de la naturaleza sigue siendo una guía invaluable.

Para los productores agrícolas, la Canícula representa tanto un reto como una oportunidad. Si bien una breve pausa en las lluvias puede facilitar actividades como el deshierbe, el secado de granos o la preparación del suelo para la siembra postrera, una Canícula prolongada o más intensa de lo habitual puede causar daños severos. El estrés hídrico en cultivos como el maíz y el frijol —básicos en la dieta hondureña— puede derivar en pérdidas de rendimiento y amenazar la seguridad alimentaria.

El ganado también sufre las consecuencias, pues la reducción del pasto y del agua disponible puede afectar la producción de leche y carne. Además, el aumento de temperaturas durante este período eleva el riesgo de incendios forestales y reduce la disponibilidad de agua en fuentes superficiales.

Los productores hondureños han demostrado una resiliencia admirable. Con el apoyo de instituciones y organizaciones, cada vez más campesinos implementan prácticas de agricultura climáticamente inteligentes, como el uso de variedades resistentes a la sequía, el establecimiento de reservorios de agua y la diversificación de cultivos.

De modo que comprender y anticipar la Canícula se vuelve crucial para minimizar sus efectos negativos. La sabiduría ancestral y la ciencia moderna, lejos de ser opuestas, pueden complementarse y fortalecer la toma de decisiones en el campo.

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