“¿HACIA dónde va la Iglesia? -pregunta la televisión española: “Pues hacia donde la guía el Espíritu Santo, –responde el cardenal Óscar Andrés Rodríguez– no hacia donde pensamos nosotros”. Lo que estamos viendo es que hay mucha vida ahí dentro y, precisamente, para mover toda esta acción, vamos hacia una participación mayor cada día más del laicado”. “Porque antiguamente, casi todo estaba concentrado en una jerarquía eclesiástica, pero la mayoría de la Iglesia es el laicado, de tal manera que vamos hacia una participación cada vez mayor con muchos resultados positivos”. “Y usted ha visto que, en la misma jerarquía vaticana, cada vez más se incluyen los laicos. Y como prefectos, o sea, como jefes de dicasterios”.
“Precisamente, ayer leía yo que el nuevo prefecto –digamos, del Ministerio de Economía– es un laico. Un laico español. Ha sido un sacerdote español”. “Antes todos eran cardenales, pero no es necesario que un cardenal sea jefe de un dicasterio. Los cardenales estamos para aconsejar al Papa y para elegirlo. No necesariamente tenemos que ser jefes de dicasterios”. “Y usted es un hombre muy cercano al Papa, –continúa la entrevista– con el que trabaja desde hace décadas. Si nos tuviese que definir al Papa Francisco a través de una historia que ha tenido con él, a través de una imagen, ¿cuál nos contaría?”. “-Yo diría un buen pastor, –responde el cardenal– cercano a su pueblo y lleno de amor”. – ¿Hay alguna imagen que se le venga a la cabeza? -la repregunta. “-La del buen pastor con la oveja en el hombro, –responde OAR sin titubear– como fue la primera imagen que esculpieron los cristianos en las catacumbas”. “No fue la cruz, fue el buen pastor, una oveja en los hombros”. ¿Dónde se quedan ustedes? –indaga el entrevistador. “Nos quedamos, como norma general, en la Casa Santa Marta, que está dentro del Vaticano, y es donde escogió el Papa vivir. Ahí estamos”. “Es la primera reforma que hizo. ¿Por qué? Viviendo en el apartamento del Palacio Apostólico, el Papa prácticamente estaba aislado”. “Y yo le pregunté, -Santidad, ¿y cómo decidió usted quedarse aquí?”. -Yo necesito la gente –respondió– ahí arriba yo estaba como prisionero”. “En cambio, ahí en Santa Marta, él celebraba la misa todos los días, en la Capilla de Santa Marta, con fieles de las parroquias de Roma. Todos los días venía un grupo de fieles de cada distinta parroquia, y él los saludaba uno por uno al terminar la Santa Misa. Otra cosa, ahí recibe él cuando él quiere”. “Claro, las audiencias y todo, especialmente las oficiales, siguen en el Palacio Apostólico, pero él ahí recibe a la hora que quiere y cuando quiere”. “Le cuento una anécdota: Un día, era un sábado por la tarde, que casi nada se mueve ahí, y yo bajaba del ascensor y al abrirse las puertas veo pasar un balón de fútbol, y digo, ¿Quién está jugando fútbol aquí? El Papa, con unos niños, que eran los hijos de uno de los porteros, que le habían pedido que querían presentarle a su familia; vino con su esposa y sus dos niños a saludar al Papa un sábado por la tarde, y el chico traía un balón y el Papa se puso a jugar con él”.
“Tres preguntas, test, –pregunta el moderador– para conocerlo un poco mejor. ¿Un libro que le haya marcado? “-La Biblia, lógicamente, pero después, el Quijote”. -¿Una persona que le haya marcado? “-Juan Pablo II”. “Y una palabra que lo defina, la palabra más suya? –“Adelante, adelante”. (Bonita la entrevista –entra el Sisimite– ¿no te parece? -Propicio al momento su publicación en esta columna de opinión, cuando el colegio cardenalicio se reúne en silencio, a puerta cerrada, en las rondas de la suprema elección que mantiene expectante al mundo entero. ¿Y no te parece, que a cualquiera debiese ser motivo de orgullo que medios internacionales busquen la guía y orientación de un hondureño, al que respetan, para tratar estos sagrados asuntos de Dios? -Bueno –vuelve el Sisimite– de un artículo que recibimos:
“La elección de un Papa no es un juego de estrategias. Si, lo eligen hombres. Hombres con su historia, con heridas con pasiones, con ideas. Pero también hombres que se recogen en oración, que invocan al Espíritu Santo, que saben –o deberían de saber– que lo que van a hacer no es humano”. “Es una elección, pero también es un misterio inspirado por el Espíritu Santo”. A mi gustó la parte –agrega Winston– que dice: “La Iglesia, –aunque algunos aún no la entiendan– no es una institución al uso. No se explica con categorías del mundo. Es sencillamente el cuerpo de Cristo”. Una realidad sobrenatural que vive en la historia, sí, pero no depende de ella. Con heridas. Con pecados. Con cicatrices. La Iglesia permanece, como María al pie de la Cruz, fiel y confiada. Porque hay alguien que la sostiene”).