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Honduras
martes, mayo 13, 2025

Escuchemos las olas del mar Caribe

Uno de mis lugares favoritos para relajarme es la playa. Que bellas son las nuestras, las de Honduras. Me encanta ver y escuchar como las olas se aproximan, de manera estruendosa y otras veces con una timidez silenciosa. Ya sea que contemplemos un cielo azul o nublado, que se refleja en la inmensidad del océano, con las aves que forman parte del ecosistema, haciendo lo que mejor saben; volar y pescar.

Las comunidades que viven en el litoral Atlántico hondureño, han convivido ancestralmente de manera armoniosa con el entorno. Han tenido una vida sencilla, ganándose el sustento con la pesca artesanal, que les ha permitido comprender el comportamiento de la vida marina y han transmitido este conocimiento de manera oral a las siguientes generaciones.

Los primeros que habitaron estas zonas fueron los indígenas, los lencas, misquitos y tawahkas, los garífunas llegaron hasta en el siglo XVII, ahí encontraron la libertad que se le había arrebatado e hicieron de esas zonas su hogar. Las zonas costeras hondureñas tienen un encanto único, los paisajes que se aprecian son propios de la belleza histórica de nuestra tierra.

Las zonas costeras están bajo amenaza, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) las poblaciones que habitan en la costa atlántica corren peligro por el aumento del nivel del mar.

De acuerdo a datos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el 15% de la población hondureña vive en la zona marino-costera, alrededor de 1.5 millones de hondureños, si tomamos como referencia que la población total es de 10 millones de habitantes.

Las consecuencias de la pérdida de tierra en la línea costera a causa del aumento del nivel del mar, no solo afecta las playas, sino las áreas agrícolas y la residencia de miles de personas. El hábitat marino se ve afectado, las comunidades que por siglos han vivido de la pesca ven afectada negativamente sus ingresos por el daño al ecosistema.

Sumado a esto, las fuentes de agua dulce se ven amenazadas por aguas salinas. La pérdida de los hermosos manglares y arrecifes gran atractivo y turísticos, que nos protegen de huracanes y tormentas. Con el calentamiento global los océanos que son los principales productores de oxigeno se ven afectados y la fusión de los hielos continentales, a nivel global se calcula que se han perdido 400 metros de playa.

Estamos desprogramando la naturaleza, las consecuencias son catastróficas, si no se toman medidas a tiempo, como suele pasar. No hay tantos datos sobre la reducción de las playas, pero en un informe de Gestión Ambiental, elaborado por la Alcaldía de Puerto Cortés, se detalla que entre el 2012 y el 2018 se redujeron 34 metros de playa, producto de la erosión.

En el año 2021 se agudizó la erosión de la playa en Bajamar, hubo daños materiales, lo que a su vez provocó desplazamientos de personas. Por parte de los gobiernos locales en esas zonas costeras se reconoce que es necesario realizar obras de protección, construir rompeolas para evitar el avance del mar, aunque sabemos que con eso no se elimina el problema de raíz, por lo menos alivia la situación.

El desplazamiento de las personas que habitan en esas zonas es inevitable, por el peligro que representa vivir en esa zozobra. En cuanto a los negocios en la playa tendrán que tomar sus propias medidas de mitigación e invertir en construcciones resilientes. Situación similar ya se vive en otras ciudades y comunidades costeras, que están en riesgo, especialmente en La Ceiba, Trujillo y Tela.

La inacción solo contribuirá hacer el problema mayor, es hora de despertar y dar soluciones para enfrentar lo inevitable. Permitamos a las futuras generaciones, disfrutar de la belleza natural de Honduras.

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