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miércoles, mayo 7, 2025

Elecciones y el rol de la prensa

Las recientes elecciones de los Estados Unidos de América nos siguen dejando enseñanzas y algunos indicios de los criterios que motivaron a los electores de ese país, sobre todo ahora que las comunicaciones han evolucionado y que cada día se concentran más en la esfera digital.

Las encuestas fracasaron nuevamente pues sus mediciones resultaron muy alejadas de la realidad.

Similarmente, los medios de comunicación sufrieron un tremendo desgaste que ahora incluso tiene a muchos en peligro de desaparecer.

Los medios de comunicación tradicionales no contribuyeron a elevar la calidad del discurso o del debate político en esa campaña (como ocurre en otros países).

Muchos mostraron un claro favoritismo por Kamala Harris, mientras atacaban todas las posiciones, discursos y propuestas de Trump.

Las reacciones de muchos periodistas a los resultados fueron elocuentes; algunos aún hoy se atreven a sugerir que quienes votaron por Trump son racistas o misóginos.

Es precisamente ese nivel de desconexión lo que terminó con la categórica derrota de su candidata.

Cuando los medios de comunicación no se parcializan, cuando mantienen cierto grado de ecuanimidad, la información que llega a las audiencias es equilibrada y les permite tomar decisiones informadas.

En materia política esto es transcendental para cualquier país. Por supuesto que cada comunicador y analista tiene su propia opinión, incluso su preferencia partidaria, pero eso no tiene por qué nublarles el juicio y convertirlos en activistas políticos.

Al final, los electores saben identificar cuando se les quiere manipular y generalmente terminan ubicándose en una posición contraria.

La falta de propuestas concretas y coherentes de parte de los políticos es un grave problema en los Estados Unidos y en muchos otros países (incluyendo Honduras).

Cuando la clase política es incapaz de generar propuestas claras y lógicas, ese vacío lo puede llenar los formadores de opinión, principalmente los medios de comunicación.

La prensa, otrora el “cuarto poder” del Estado, puede verse orillado a ejercer una posición de mayor proyección política, con lo cual tiende a perder la objetividad que le debe caracterizar, sumándose como actor principal en el espacio electoral.

Contrario a esa caída de los medios de comunicación tradicionales, la influencia y penetración de los medios digitales, especialmente las redes sociales, creció sustancialmente en esas elecciones.

Diversos estudios han demostrado que, especialmente entre los menores de 30 años, plataformas como TikTok y X (anteriormente Twitter) se han consolidado como fuentes principales de información, consideradas creíbles por este segmento.

Según un informe reciente de Pew Research, casi el 50% de los jóvenes en esta categoría utilizan estas redes para mantenerse informados sobre temas de actualidad.

Además, los blogs y podcasts han incrementado significativamente su influencia, destacándose figuras como Joe Rogan, cuyo podcast The Joe Rogan Experience acumula un promedio de 11 millones de oyentes por episodio, y Tucker Carlson, quien tras su salida de Fox News ha capitalizado su popularidad con publicaciones en X que atraen millones de vistas.

Este cambio de paradigma refleja una transformación en los hábitos de consumo de información, alejándose de los medios tradicionales y acercándose a estas plataformas (que también tienen sus propios retos y que comentaremos en otra ocasión).

Los medios de comunicación en otros países tienen mucho que aprender del panorama mediático de Estados Unidos, especialmente en un contexto donde el activismo editorial ha generado desconfianza en amplios sectores de la población.

En lugar de actuar como una oposición política, los medios deben recuperar su rol esencial como guardianes de la democracia: investigar, informar con rigor y servir al interés público sin importar a quién favorezca la verdad.

Solo así podrán mantener su activo más valioso, la credibilidad. Quienes no lo hagan se condenan a desaparecer. Este compromiso no solo fortalece a las instituciones democráticas, sino que también asegura que la ciudadanía cuente con herramientas confiables para tomar decisiones basadas en información sólida, especialmente en estos tiempos de extrema polarización.

La misión de los medios no es moldear la voluntad popular, sino garantizar que esta se exprese libremente, sustentada en información imparcial. En última instancia, el éxito de los medios no se mide por quién benefician con sus titulares, sino por su capacidad para salvaguardar la libertad de pensamiento.

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