Tres turistas españoles asesinados en Afganistán.
Tres misioneros religiosos mueren víctimas de la violencia en Haití. Tres surfistas son asesinados en México para robarles el auto. Hay lecciones escondidas en esas tristes noticias que debemos tener muy en cuenta. Muy a la ligera podríamos decir que es conveniente evitar viajar en tríos, parece que existe la tendencia de liquidar la gente de tres en tres. Pero, la verdadera pregunta es: ¿por qué alguien podría ir de turista a Afganistán?, ¿qué esperaba encontrar que no fueran balas?
No quisiera parecer desalmado (aunque realmente lo soy), pero ¿verdad que parece que se la estaban buscando? Ahí fueron derrotados miserablemente los ejércitos rusos y norteamericano. En ese país acostumbran matar a todo mundo, inclusive entre ellos mismos.
Por lo tanto, tengo un consejo para las agencias de viajes: no promuevan Afganistán y, si lo hacen, ofrezcan ataúd y los gastos de repatriación de cadáveres, para que no les toque a los gobiernos (como sucedió en este caso con el de España) tener que pagar los caprichos de esos desorientados viajeros.
Los misioneros en Haití, pobrecitos, pero al fin y al cabo estaban siguiendo un mandato divino.
Aunque deberían haber sabido que esas bandas criminales no entienden razones, ahí también matan por cualquier cosa incluyendo diversión (después del dinero es la principal razón).
Siempre ha sido un país sin ley donde la delincuencia controla comunidades enteras. No hace mucho un mandatario fue asesinado en el mismísimo palacio presidencial, ¿verdad que no es un lugar donde una mente sensata escogería ir?
Las Naciones Unidas están enviando soldados para tratar de pacificar ese “impacificable” país que, la única vez que estuvo más o menos tranquilo fue cuando los gobernaba un tirano terrible llamado “cariñosamente” Papá Doc.
Ese ha sido el único que le ha entendido al trámite en Haití, ya que él se encargaba de las matanzas y, desde luego, nadie más se atrevía a hacerlo.
Pero los asesinos a su mando -conocidos como los Tonton Macoutes- eran niños de escuela ante lo que se ve en estos días. Creo que existen otros lugares en el mundo donde llevar la fe sin arriesgar tanto el pellejo, pero era asunto de ellos. Como religiosos tenían que conocer el refrán “el que se mete a redentor termina crucificado”.
Así como las Naciones Unidas está enviando soldados, ¿podríamos nosotros enviar unos cuantos pastores (de los que aquí abundan) a tratar de salvar esas almas? No me diga que no le gusta la idea.
Los surfistas australianos -y todos los turistas que van a México- deben evitar alquilar autos de lujo. Una chacharita es más segura ya que ahí hasta los taxis son peligrosos -a veces sus conductores matan a los pasajeros, desde luego que violando primero a las mujeres-.
Pero, ¿no hay olas suficientemente altas en Australia? Existen miles de surf turistas que van a Australia por lo alto de sus olas. Me parece que los tres australianos querían otras cosas de México además del surfing. Desde luego no la muerte, en ese caso hubieran venido aquí.
Esa búsqueda del peligro es algo que yo no entiendo. Veamos el caso del Monte Everest, conquistado por primera vez por los alpinistas Edmund Hillary y Tenzing Norgay, el 29 de mayo de 1953. Toda una hazaña porque no había precedentes ni rutas conocidas. Pero ahora, setenta años después, la subida a la montaña más alta del mundo (8,848 metros sobre el nivel del mar) tiene más colas que el Seguro Social.
Las fotografías muestran a centenares de personas, uno detrás del otro, en fila india, intentando repetir la hazaña. Son tantos que el gobierno local ha extendido ordenanzas sobre basura y otros desperdicios humanos que han contaminado asquerosamente las, una vez, prístinas nieves del Himalaya.
Sería bueno que entendieran que sólo hay una primera vez, lo demás son burdas copias de una aventura que ya no lo es. Si quieren emoción vayan a Afganistán, ahí es seguro que sentirán la adrenalina (y también el mal olor, la higiene por ahí es muy deficiente).
Pero hay algo más sobre esos deportes de alto riesgo: con la crisis en salud que vive el país, no me parece que el Gobierno deba destinar sus siempre pocos recursos para rescatar los aventureros y exploradores de poca monta que con frecuencia se pierden en nuestras montañas.
Localizarlos y rescatarlos es carísimo, creo -y lo digo en serio- que deberían pasarles factura por los costos que cause su diversión.
Y si alguno de los nuestros viaja al exterior en busca de emociones intensas, que lleve su propio ataúd, los demás no tenemos que pagar por ello. Suficiente con los que lamentablemente fallecen en las caravanas.