Los libros de autoayuda están entre los preferidos de los lectores, en parte, porque muchas personas no encuentran soluciones frente a las crisis actuales y necesitan estrategias para sobrellevar las cargas y, sobre todo, esperanza. Hay un grupo privilegiado de personas que disfrutan de alguna manera esta vida, tienen oportunidades laborales o están dispuestas a arriesgarse y ser creativas para progresar de manera honrada, poseen una educación superior, tienen una renta fija digna, pueden alimentarse y vivir una vida saludable.
Sin embargo, hay muchas otras que están atravesando situaciones extremadamente difíciles. A nivel mundial, las estadísticas revelan una debilidad en nuestra evolución humana: actualmente hay 501000,000 (cincuenta millones) de personas en “esclavitud moderna”, según datos de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), una realidad triste y desoladora en pleno siglo 21.
A medida que avanza la tecnología y se descubren nuevas formas de hacer las cosas, pero surgen las desigualdades tecnológicas. Ahora, no solo se espera que las personas dominen el inglés, sino también otros idiomas como el mandarín, francés o alemán, debido a la alta competencia laboral que exige cada vez más requisitos complicados para optar a un trabajo.
Recientemente vi imágenes en un noticiero nacional donde una periodista casi lloraba al ver a personas haciendo fila de rodillas, orando, pidiendo desesperadamente empleo. Esta situación dramática contrasta con aquellos que prefieren vivir en un «cuento de hadas», ignorando los problemas mundiales y locales. Sin embargo, no podemos aislarnos de las consecuencias negativas que afectan a todos, excepto quizás al 1 % de los multimillonarios que construye bunkers para protegerse de escenarios apocalípticos y ante una posible Tercera Guerra Mundial.
En países frágiles como Honduras, donde las lluvias convierten las calles en ríos peligrosos debido a la falta de drenajes y planificación urbana adecuada, producto de la negligencia y la corrupción de las autoridades, debemos estar alertas. La corrupción, reconocida incluso por la actual embajadora de los Estados Unidos, prevalece sin importar qué partido político está en el poder, que prioriza intereses personales sobre el bienestar general, ser éticos no es la regla, es la excepción. Vivir en Honduras, clasificado como uno de los países más empobrecidos del hemisferio, es dramático y se ve exacerbado por el impacto del cambio climático y la falta de acciones adecuadas por parte de los países desarrollados.
Es pertinente crear conciencia sobre temas de desarrollo sostenible, sin sesgos políticos y actuar con la comprensión de que todos podemos levantar la voz y exigir un cambio. Aunque la corrupción en Honduras vaya ganando, como ciudadanos, no podemos ignorar nuestra responsabilidad en la construcción de un mejor país para todos. Debemos recordar que cada uno de nosotros tiene el poder y la responsabilidad de contribuir a un mundo más justo y próspero, donde la dignidad y los derechos humanos sean la prioridad, no solamente eslóganes de campañas políticas.
Concluyo con esta frase que hizo famosa un personaje de ficción “Spider-Man”, ahora forma parte del pensamiento colectivo: “Con grandes poderes, vienen grandes responsabilidades”.