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Honduras
jueves, marzo 28, 2024

Nueva arquidiócesis

Tremenda noticia es para el pueblo, en especial para el católico, el hecho de los nuevos nombramientos y el desmembramiento de la Diócesis de San Pedro Sula de la Arquidiócesis de Tegucigalpa como sufragánea y a su vez, convirtiendo a San Pedro Sula como Arquidiócesis. En Tegucigalpa el nuevo arzobispo es el muy querido   padre vicentino Vicente Nácher, hasta hora párroco de la San Vicente de Paúl. En San Pedro Sula, ahora arquidiócesis, será el que sucederá al también muy querido por la feligresía, monseñor Ángel Garachana, el monseñor Micheal Lenihan, actual obispo de la Diócesis de La Ceiba. Asimismo, el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, monseñor Teodoro Gómez será quien suceda al monseñor Guido Charboneau en la Diócesis de Choluteca.

Podríamos reseñar muchas cosas, pero sí es una alegría por las conclusiones que surgen después de reflexionar y de ver, al mismo tiempo, el pálpito social actual de Honduras, donde también el otro reemplazo en la Corte Suprema de Justicia, lo que es sencillo lo vuelven complicado, solo es de tomar en cuenta dos facetas principales que son la meritocracia y la trayectoria. En cuanto a los servidores salientes de la Iglesia católica hondureña, no queda más que agradecer por su trabajo en servicio de un pueblo tan urgido de profetas, entendiéndose esto como aquellos que anuncian la Buena Nueva del Evangelio, que denuncian las injusticias y que proponen las soluciones, sin estas tres características se deja de ser tal.

Ahora, ambas arquidiócesis, con peculiaridades y similitudes, deberán ser estudiadas por sus nuevos líderes espirituales y máximos servidores, porque se debe aclarar el lenguaje, ellos no son una jerarquía, son servidores, tal como lo dijo otro profeta, el monseñor Óscar Arnulfo Romero en El Salvador, un obispo no es un príncipe, es alguien que se entrega a los demás a la manera de Cristo. Es por ello que siempre se les debe ver con respeto, alegría y no llamarles “cúpula” o altos jerarcas, lenguaje lamentable en este caso pero que sí es propicio para otras instituciones.

Siendo tan imperfectos, no hay nada que se pueda reprochar a quienes han cumplido esa dura faena, monseñor Garachana y monseñor Rodríguez, cada uno en su contexto y en su momento histórico y es precisamente la historia la que habrá de hacer un balance para lograr tremendas enseñanzas, no para juzgar, que es la salida más fácil y la menos elegante. De ahora en adelante la expectativa es enorme por los que recién comenzarán un nuevo trabajo, tanto en Choluteca como en las otras dos locaciones. Pastoreará un pueblo que sufre por las injusticias, por los jueguitos de los gobernantes, por las triquiñuelas de los que quieren llegar al poder, ahora deberán ser descubiertas sus intenciones y llamar a la paz y al permanente diálogo.

Se cierra un ciclo y se comienza otro, ojalá que también en San Pedro Sula el monseñor Lenihan (franciscano) se potencien las fortalezas, en especial los medios de comunicación, tal como el excelente trabajo que realiza la corresponsalía de FIDES así como su Centro de Comunicaciones el cual necesita de muchísima más atención para también tener esta opción de comunicabilidad.

Nuevas noticias que significan nuevas realidades.

EditorialNueva arquidiócesis

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