A pocos días de cumplirse un año de Libre en el poder, me doy cuenta que la patanería y la ilegalidad son la norma.
En el Gobierno actual, en el cual la presidenta Castro Sarmiento se conduce con seriedad y dignidad, y lo acentúa su asesor siempre presente, Héctor Zelaya, con su porte de presidenciable, lo arruina todo el patriarca de la familia quien ha impuesto la patanería como la marca de la casa, tanto él como sus elegidos.
En honor a la verdad el expresidente se la lleva más de chistoso y ocurrente que de patán, aunque el trato que le dio a la comunidad lenca evidenció que hace sus méritos, pero en el caso del suspendido Leonel Gómez, me ha quedado claro que hay demasiados funcionarios que se comportan como patanes.
Sin duda alguna, el amo y señor de la vulgaridad es Milton Benítez, del cual uno no logra explicarse cómo, en un Gobierno serio, se le puede tener como funcionario. Otro que se le pone a la par es el tirapiedras de Mauricio Rivera, del cual, sin duda, veremos muchas cosas más, porque lo suyo requiere tratamiento. Bartolo Fuentes no se les queda atrás insultando, al menos, a una compañera del mismo partido y sus intervenciones constantes en el hemiciclo llenas de sandeces. Natalia Roque, en la Secretaría que se le adjudicó, ha tratado con las patas a su personal. Rasel Tomé, quien es tan parco, comedido, mesurado en sus ponencias, no se puede uno olvidar la patada voladora que como monje Shaolín se dejó lanzar, ante la mirada del mundo, en la instalación de la Junta Directiva del Congreso Nacional. Finalmente, para cerrar esta parte, los Colectivos contra los cuales ni la Presidenta, ni el coordinador de Libre, ni siquiera la Policía Nacional dicen nada -lo cual es angustiante pues con su silencio los aprueban- son lo peor. Horda de pandilleros armados con piedras y garrotes en sus constantes pogromos son el cénit de la patanería.
No puedo dejar de lado a lo tuiteros rojinegros. Ni los nacionalistas, cuando estaban enchambados en el Gobierno y los mandaban a defender al Partido a la red social, caían tan bajo y utilizaban un lenguaje barriobajero como los simpatizantes del actual régimen.
En cuanto a las ilegalidades, el partido en el poder no se ha cansado de darnos material.
Los calixtos, en su intento tan fallido como torpe, de conformar la Junta Directiva en un balneario y no en el edificio del parlamento hondureño, nos anunciaron, por la víspera, cómo sería la fiesta. Tan triste e inepta jugada política desembocó en el nombramiento de la actual Junta Directiva lo cual se hizo sin cuórum y con diputados suplentes. También resultó en la juramentación del actual presidente por un diputado (proscrito, por cierto), y no por quien manda la Constitución. Otra ilegalidad más, y muy grave.
Inmediatamente sacaron las uñas con otra barbaridad: decretar una amnistía. Pero bien, hasta me pareció un acto de lealtad para con su gente, aunque sin duda ilegítimo. Lo indignante fue que la aplicaran a favor de personeros procesados por delitos comunes sin conexión con delitos políticos: Chimirri, Flores Lanza y Sunseri.
La elección del procurador y subprocurador cuando aún no era el tiempo, tener a Rasel y Casaña en la Junta Directiva cuando han sido condenados por la justicia nacional, el nombramiento de Fausto Cálix como director de aduanas cuando no llena los requisitos, nombrar a un pirómano sin experiencia como el director del SAR o a un comunicador, neófito en telecomunicaciones, como subgerente de Hondutel, han sido otras de tantas ilegalidades. Y la lista es larga.
Pero la que se lleva la corona ha sido esa irritante intromisión de Mel Zelaya usurpando funciones de presidente o de designado presidencial. ¡Insultante!
Pasó un año y no sabemos aún qué es eso de “refundacional”, en qué consiste, cuáles son los pasos, los recursos, hacia dónde nos llevará como nación, pero lo que sí nos queda claro es que refundacional es sinónimo de patanería e ilegalidad adobada con odio visceral, sed de venganza e insultos.
Carlos Alvarenga
Abogado y MAE
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