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Honduras
viernes, abril 19, 2024

Las cosas por su nombre

En una sociedad marcada por las amenazas de unos pocos no debe ser obstáculo de llamar a las cosas por su nombre. Debemos en un principio enmarcarnos dentro de los criterios de la misericordia –en primer lugar- y del respeto. Debemos sentirnos orgullosos de tener un país como el nuestro que ofrece a propios y extraños las bondades más increíbles del mundo, muy a pesar de las malas administraciones públicas, eso es una cuestión aparte ya que no hay gobiernos perfectos. La independencia es una liberación de las cosas que hacían daño en aquel entonces a estos pueblos como el pagar los tributos a la Corona española y la clase alta y la aristocracia ofrecieron esos cambios que, curiosamente, vinieron desde arriba, previendo que no ocurrieran esas famosas revoluciones desde las entrañas de las clases empobrecidas, ese era un peligro inminente y se vieron obligados de ese despertar de conciencia con una verdad meridiana impulsada por nuestros próceres.

Hoy ocurre los mismo con el agravante que se quiere alienar aún más a la juventud, sin que eso se catalogue como “discurso de odio”, usando las avenidas de expresión que ofrece la democracia, pero sin los necesarios diques que contengan el autoexamen donde la moral y las buenas costumbres sean derrumbadas por unos pocos que han exhibido delante del sol hasta sus más recónditos lugares anatómicos con el verdadero estupor ante semejante abuso, ya que cualquier minoría tiene el pleno de expresarse a tiempo y a destiempo y eso es algo que siempre defenderemos, sea del sector que sea, pero una cosa es expresarse y otra es exhibirse a la manera que las calles fuesen un inmenso escaparate de un antro de mala muerte. Eso es precisamente lo que Honduras no necesita.

La comunidad de estos compatriotas tiene el pleno derecho, la libertad rotunda de emitir sus comunicados que construyan a la patria, de sus anhelos en función de la violencia en contra de ellos, del respeto y de la integración al sistema productivo y políticas de emprendimientos del Estado, a entregar sus análisis de la realidad nacional aportando soluciones. Sabemos que el talento les sobra, pero no puede ser que se desperdicie con semejantes expresiones que más bien los desdoran y son pasto del fuego del escarnio y burla de la mayoría del pueblo.

Respeto lo tienen, pero también hay que mantenerlo, saberlo ganar, cultivarlo y así no se logra ese cometido. Las leyes nos protegen a todos por igual, y se debió aprovechar ese momento para exigir a las autoridades de Seguridad por resultados de las investigaciones sobre la violencia contra la misma comunidad representada de manera escandalosa ayer, de exigir a las autoridades de Educación por implantar un sistema educativo que incluya las aspiraciones de superación de todos, por exigir al sistema de Salud por los debidos medicamentos a su comunidad, con un servicio de excelencia hospitalaria para todos.

Lástima que se desaprovechó ese momento, se liberaron las bajas pasiones dando un mal ejemplo a nuestra niñez y es ahí donde la Dirección de la Niñez, Adolescencia y Familia brilló por su ausencia, donde no se garantizó el cumplimiento de la ley misma en el Código de la Niñez y Adolescencia en su (entre otros) artículo 51: “El Estado propiciará condiciones para que los niños disfruten de manera efectiva del derecho al descanso, al esparcimiento y al deporte, teniendo en cuenta su condición de personas en desarrollo. Cuidará, asimismo, que los niños no tengan acceso a diversiones, espectáculos y recreaciones que puedan afectar su desarrollo físico, psíquico o moral”. Quizá por eso estamos como estamos.

EditorialLas cosas por su nombre

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