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viernes, marzo 29, 2024

Guerra entre Israel y Palestina

Este conflicto pone los pelos de punta a la humanidad cada vez que surge una nueva confrontación bélica entre ellos. El temor que el efecto dominó desemboque en una conflagración nuclear entre las potencias que los respaldan, es algo todavía vigente.

En estricto sentido es el grupo extremista catalogado como terrorista de Hamás quien ha iniciado esta nueva agresión. ¿Es culpa del pueblo palestino en general? Pareciera que no, pero es difícil desligar a uno del otro. Si bien los gobiernos israelíes ni sus FF.AA. han sido unos albaricoques en miel, pero hoy no hay discusión al respecto de quién inició esta refriega.

La historia del origen de esa guerra es harto conocida y en efecto sus razones se remontan a tiempos bíblicos, aunque no hay que retroceder tanto para entenderlo.

Una de las cosas principales que para mí es importante que la gente entienda es que el pueblo hebreo, que se dividía en varias comarcas o regiones, principalmente Israel y Judea, fueron conquistados y sometidos a la esclavitud casi 600 años antes del nacimiento de Jesús. Durante todo ese tiempo, prácticamente, perdieron la tierra que no pudieron defender, obviamente, por la inmensa superioridad del pueblo y ejército babilónico. Y no era la primera vez. Según los historiadores el pueblo hebreo fue conquistado y sometido 6 veces bajo el dominio de potencias que siempre fueron superiores a su pequeño y escuálido ejército.

Durante esos casi 600 años nos encontramos ante el “silencio” en la Biblia: ya no se escribe más, ya no hay profetas, ni líderes políticos ni espirituales, ni mucho menos reyes que, escribiendo desde la tierra de Judá, continuaran con las Sagradas Escrituras. Hay algunas pequeñas cosas, pero nada tan relevante como los cronistas o los profetas menores y mayores.

Cuando aparece la figura del nazareno el territorio en el que nos encontramos ya no es ni Judá ni Israel, es Palestina, así de simple, así de real. Era llamada de esa forma por los romanos, y no porque a ellos se les ocurriera, sino porque era el nombre que le daban sus habitantes entre los cuales había lo que conocemos como árabes (con otros gentilicios en esa época), griegos, romanos, egipcios y también hebreos y los otros pueblos nativos como los de samaria, galilea, fenicios, en fin, una tierra multicultural. O sea, la tierra prometida, al menos en la realidad, era una tierra que le pertenecía ya, en el inicio de esta Era, a muchísimos pueblos. Sea por castigo divino, sea porque nunca pudieron ser tan fuertes como para no dejarse vencer por las potencias de turno, ya no les pertenecía.

Para variar, cerca del año 70 (37 después de la muerte del galileo), vuelven los hebreos a sufrir una nueva derrota e Israel, como nación desaparece del mapa literalmente: destruyen Jerusalén y con ella, el Templo donde, según su tradición, habitaba el Yo Soy. Un desahucio violento de su sagrada morada por los politeístas romanos.

Ya no existe más y deben pasar dos mil años para que, por arreglos políticos internacionales y gracias al inmenso poder económico de la comunidad judía, una comunidad muy unida, visionaria, trabajadora e inteligente, se logra regresar, a fuerza de decreto, a la nación desaparecida y recrearla. Es como que los mayas tuvieran esa misma fuerza y le quitaran a Honduras, por decreto de la ONU, toda la zona occidental del país: Santa Bárbara, Santa Rosa de Copán y Ocotepeque y, de paso, también se agarran el departamento de Santa Ana en El Salvador. A nadie le haría gracia.

Ante esa decisión de la ONU siempre me he preguntado, ¿qué les ha faltado a los kurdos para que no hayan corrido con la misma suerte? Me refiero a esa gigante masa humana que anda rebotando en Asia Occidental, en las fronteras de Armenia, Irak, Irán, Siria y Turquía y que todos rechazan y que cada cierto tiempo los masacran.

Pero bien, sea como sea el Estado de Israel está allí y tiene relaciones diplomáticas con 168 de 192 naciones, o sea, el 87.5 % de los países del mundo. Es una nación respetada y respetable no solo por la base judía del cristianismo, sino por su sesuda planificación, tenacidad y congruencia con el desarrollo. Una nación que, no solo por el apoyo internacional en armamentos, sino por su inteligencia, sagacidad, competencias específicas y su fe, han logrado sobrevivir en medio de naciones a las cuales realmente no les agrada.

Mi opinión muy personal es que este tema se toma desde el fanatismo religioso, y del odio político a los EE.UU. No se razona mucho en que estos dos pueblos tienen su destino ya marcado: se seguirán matando hasta el fin de los tiempos, porque ambos se creen los elegidos de su respectivo dios, que solo en el papel es el mismo, porque en sus textos sagrados es completamente distinto.

La comunidad internacional ha gastado cualquier cantidad de dinero y esfuerzo por hacer que vivan en paz, pero simplemente es imposible, más si le agregamos que hay potencias que los tienen de títeres a uno y otro bando por intereses geopolíticos.

En mi personal conclusión, incluso, si desaparecieran los terroristas de Hamás, aun así, Palestina e Israel seguirían en conflicto eterno. No hay oración que los libere de su trágico destino.

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